Anna Gabriela no nació. Sin embargo su mamá la enterró. Existe
solo en la memoria de su madre, pero quedó
impregnada en el barro de las montañas de Estancia de la Virgen, y se regó
hasta el Sumal de los ixiles.
Su pueblo fue para la inteligencia militar un problema de
seguridad nacional. En el vieron, según dijeron a la prensa, la posibilidad de perder la guerra.
En reuniones y cocteles sus patrocinadores reconocieron que
aquel pueblo siempre amenazó, como muchos otros, los privilegios que heredaron por
sangre, linaje y maridaje.
Se reunieron entonces, aprovecharonce los militares
mordiendo una tajada de prebendas con olor a café, panela, cebada y cardamomo.
…Y se hizo el genocidio.
Justa tampoco nació. Sin embargo convirtiose prematura en
madre de muchos miles, existe en la memoria de sus hijos e hijas y quedó
impregnada al igual que Anna, en el barro; en el barro acumulado en los caites
y zapatos de los hombres y mujeres ixiles, que en labor de parto esperaron su llegada, anunciada en forma de
nahuales acompañados de un Jazmín.
Pero Justa, su pueblo
y sus nahuales fueron para la inteligencia militar un problema de “seguridad
nacional”.
En el vieron, según dijeron a la prensa los patrocinadores
de aquella Inteligencia, reconociéndose de antaño, la posibilidad de perder la
guerra que siguieron por otros medios. Un peligro para la paz dijeron los
intelectuales de la impunidad.
Y le siguieron nuevamente reuniones y cocteles…y
reconocieron que Justa, la justicia, siempre amenazó sus privilegios, heredados
por sangre, linaje y maridaje.
R. Najera.
Septiembre.2013
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